Un mundo repleto de sensores interconectados cambiará nuestra forma de ver, oír, pensar y vivir.
Le proponemos un divertido experimento: cuente los sensores
electrónicos presentes a su alrededor. En su ordenador hay cámaras y
micrófonos. En su teléfono, sensores GPS y giróscopos. El medidor de su
estado físico dispone de acelerómetros. Y, si trabaja en un edificio de
oficinas moderno o vive en una casa reformada hace poco, se hallará
rodeado de sensores de movimiento, temperatura y humedad.
Tal abundancia se debe a que la mayoría de estos dispositivos han
evolucionado según la ley de Moore: su tamaño y coste se han reducido a
medida que aumentaban sus prestaciones. Hace algunas décadas, los giróscopos y los acelerómetros que hoy incorporan todos los teléfonos
inteligentes eran caros, voluminosos y su uso se limitaba a aplicaciones
como naves espaciales y sistemas de teledirección de misiles. Al mismo
tiempo, han estallado las conexiones en red. Gracias al progreso en el
diseño de dispositivos microelectrónicos, en el aprovechamiento de la
energía y en el control del espectro electromagnético, un microchip de
menos de un dólar puede hoy conectar un conjunto de sensores con una red
de comunicaciones inalámbrica de baja potencia.
Todo esto lo puedes descubrir en este número de Investigación y ciencia.
Lo puedes descargar en:
http://depositfiles.com/files/99e0v7szq
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